¿Cómo se forman las opiniones que uno tiene de sí mismo? ¿Qué hace que un niño piense de sí mismo en la forma en que lo hace?
Todo comienza en los tiernos años de la infancia. La mayor parte de los padres no se conforma con decirle ”no” a su hijo cuando su comportamiento infringe los derechos de otros. El padre y madre típicos añaden:”No lo hagas niño malo, porque eso es algo malo que no debes hacer.Eres un niño perverso.”
Las siguientes palabras y otras parecidas rebajan los sentimientos de dignidad del niño: malo, lento, feo, tonto, perverso, torpe y retardado.
Las siguientes frases contribuyen a que el niño forme una imagen negativa de sí mismo: “Nunca haces nada bien”; “Siento vergüenza de ti”; o “¿Qué pasa contigo?¿Eres tonto o algo peor?”.
El niño que se ve atacado por una descarga continua de expresiones humillantes, juntamente con actitudes no verbales de falta de respeto o de descuido emocional, empieza a sentirse avergonzado y descontento consigo mismo. Comienzan a brotar en su mente semillas negativas como estas:”No sirvo para nada” o “Nunca podré hacer lo que mis padres esperan de mi”.
Lamentablemente la estructura de nuestra sociedad se presta para promover esta clase de sentimientos. En todas las salas de clase se siente la competencia por ser “el mejor” de todos. Los ganadores en los deportes y en otras actividades reciben honores y premios. Hay recompensa para los campeones de los certámenes. Los adolescentes compiten activamente para ser los más populares. Los anuncios de ciertos productos nos dicen que si deseamos que otros nos acepten debemos utilizarlos. Los hermanos y las hermanas luchan por alcanzar posiciones honrosas y favorables dentro del círculo de la familia. Siempre que hay ganadores también hay perdedores.
Los que participan en el juego y pierden experimentan los dolores de la falta de aceptación y la inferioridad. Las expresiones negativas y denigrantes que se dicen en el hogar, juntamente con la competencia que reina en la sociedad, preparan el escenario para que un niño se desprecie y rehúse aceptarse a sí mismo.
Las siguientes palabras y otras parecidas rebajan los sentimientos de dignidad del niño: malo, lento, feo, tonto, perverso, torpe y retardado.
Las siguientes frases contribuyen a que el niño forme una imagen negativa de sí mismo: “Nunca haces nada bien”; “Siento vergüenza de ti”; o “¿Qué pasa contigo?¿Eres tonto o algo peor?”.
El niño que se ve atacado por una descarga continua de expresiones humillantes, juntamente con actitudes no verbales de falta de respeto o de descuido emocional, empieza a sentirse avergonzado y descontento consigo mismo. Comienzan a brotar en su mente semillas negativas como estas:”No sirvo para nada” o “Nunca podré hacer lo que mis padres esperan de mi”.
Lamentablemente la estructura de nuestra sociedad se presta para promover esta clase de sentimientos. En todas las salas de clase se siente la competencia por ser “el mejor” de todos. Los ganadores en los deportes y en otras actividades reciben honores y premios. Hay recompensa para los campeones de los certámenes. Los adolescentes compiten activamente para ser los más populares. Los anuncios de ciertos productos nos dicen que si deseamos que otros nos acepten debemos utilizarlos. Los hermanos y las hermanas luchan por alcanzar posiciones honrosas y favorables dentro del círculo de la familia. Siempre que hay ganadores también hay perdedores.
Los que participan en el juego y pierden experimentan los dolores de la falta de aceptación y la inferioridad. Las expresiones negativas y denigrantes que se dicen en el hogar, juntamente con la competencia que reina en la sociedad, preparan el escenario para que un niño se desprecie y rehúse aceptarse a sí mismo.
Del libro: " Cómo formar hijos vencedores " de Nancy Van Pelt.
La formación del carácter y la personalidad.
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