Sugerencias para acompañar a un niño (a) que ha perdido a un ser querido

Algunas sugerencias para acompañar a un niño (a) que ha perdido a un ser querido

Existen algunas recomendaciones a seguir cuando estamos cerca de alguien que atraviesa un proceso de duelo. Recuerde primero que cada duelo es único y que todos lo vamos a elaborar según nuestra capacidad emocional, historia de vida y características de personalidad.
En primer lugar sea honesto. Los niños y las niñas tienen la habilidad de leer el lenguaje no verbal de las personas que les rodean; sin embargo la capacidad de interpretación de pronto no va a ser la más cercana a la realidad. Tenga presente que la rutina cambia, están rodeados de gente que llora y sufre. Se ven rodeados de extraños o ven su casa llena de gente.
Apártese entonces un momento y trate de explicarles lo que sucede. Solo en casos de muertes repentinas o muy trágicas (asesinatos, accidentes y otras) es importante alejar por un tiempo a los niños y las niña del lugar físico pues en ocasiones es más traumatizante la reacción de dolor de los adultos.
Aún y cuando sea muy doloroso, utilice la verdad a la hora de hablar de la muerte. Esta comprobado que no hay secreto que perdure, en algún momento saldrá a la luz. Por ejemplo en casos de suicidio, muchas niñas y niños se terminan enterando por alguien ajeno a la familia, entonces deben enfrentarse nuevamente a otro duelo.
Los sentimientos de culpa no se deben dejar en el aire. Muchos niños y niñas después de la muerte de un ser querido empiezan a sentir culpa por haberse portado mal o por haber puesto oposición; entonces podrían decir que si se hubieran porta bien tal vez su ser amado no se hubiera muerto. Sea entonces muy enfático y recálquele que no fue su culpa. Hable sobre las razones de esa muerte.
En casos en que la muerte se anuncia con un pronóstico médico, es importante que no dejemos que nuestros niños y niñas sean los últimos que se enteren. El proceso de duelo se puede iniciar aún antes de la pérdida pues empezamos a elaborar desde ese momento la muerte y entonces podemos hacer aquellas reparaciones que muchas personas no logran hacer. En una ocasión tuve la oportunidad de trabajar con un pequeño de siete años que perdió a su madre por una leucemia fulminante.
La madre estuvo internada durante dos meses. En ese tiempo el niño no tuvo ningún contacto con su mamá. Su familia en el deseo de “protegerle” le dijo que ella estaba de viaje.
La madre entra entonces en coma y es entonces cuando deciden llevar al niño a despedirse. Se encuentra entonces con una mujer en una cama que no se parecía en nada con la mamá que había dejado de ver hacía dos meses.
Estaba conectada a muchas máquinas, no abría sus ojos, tenía en su cuerpo algunos algodones para evitar que se le saliera la sangre. Lógicamente después de solo unos minutos el niño pide que lo saquen de ahí. Al ser llevado a la consulta tuvimos que dedicar un buen tiempo a hablar sobre la enfermedad que aquejaba a su madre y a explorar todos aquellos temores que surgieron de la escena presenciada.

Es oportuno que los niños/as participen en los ritos funerarios. Es algo común, por lo menos en nuestra cultura que a los niños/as no se les lleve al funeral o a la vela. Recuerdo que cuando mi padre falleció, mi hermana y yo estábamos en la época de la adolescencia y creo que éramos conscientes de lo que sucedía. Sin embargo, mi hermano menor, quien en ese entonces tenía siete años, no pudo vivir la pérdida. Durante esos dos días se lo llevaron a casa de unos amiguitos; inclusive, durante las primeras horas de la vela, anduvo con todos sus amigos jugando en bicicleta y no se le permitía entrar a la casa para que no viera a la gente llorar.
En consecuencia, lloró amargamente su pérdida hasta cuando fue un adolescente, y su dolor por la ausencia de padre cobró vigencia en sintonía con los síntomas de la adolescencia. Es importante animar al niño/a a asistir y participar en el velatorio, funeral, entierro… Tomar parte en estos actos puede ayudarle a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo.
Es aconsejable explicarle con antelación qué verá, qué escuchará y el porqué de estos ritos. Sin embargo si los padres estuviesen muy afectados por la pérdida, se puede acudir a algún familiar o persona cercana que pueda apoyar con el cuido de los más pequeños. Piense en alguien con quien ellos pudieran sentirse lo suficientemente cómodos como para preguntar lo que les inquiete.
Algunos niños y niñas suelen sentir rabia y enojo al sentirse abandonados y pueden expresarla mediante la mala conducta, rebeldía, pesadillas, llanto sin aparente razón.

Es importante animarles a expresar sus sentimientos. Aunque no siempre los expresen, los niños/as viven emociones intensas tras la pérdida de una persona amada. Si perciben que estos sentimientos (rabia, miedo, tristeza…) son aceptados por su familia, los expresarán más fácilmente, y esto les ayudará a vivir de manera más adecuada la separación. Frases como: “no llores”, “no estés triste”, “tienes que ser valiente”, “no está bien enfadarse así”, “tienes que ser razonable y portarte como un grande” …, pueden cortar la libre expresión de emociones e impiden que el niño se desahogue.
Quiero finalizar con un señalamiento fundamental: todo esto puede ser útil a la hora de enfrentar la pérdida de un ser querido; sin embargo no es tan efectiva ni tan reconfortante como el amor y el consuelo de nuestro Señor Jesucristo. El mismo Jesús sintió en carne propia lo que fue perder a un ser amado cuando se enfrentó a la muerte de su amigo Lázaro. Dios se acercó al sufrimiento cuando vio a su hijo crucificado en una cruz. Te pregunto, ¿crees que él no entiende tu dolor? Claro que sí.
Quizás pase un tiempo antes de que lo entiendas o por lo menos lo recuerdes sin sentir tanto dolor. Yo por lo menos lo entendí veinte años después de la muerte de mi papá; cuando me convertí en psicóloga y empecé a trabajar con niños y niñas que habían enfrentado la muerte.
Hasta la próxima!
Psicóloga, Psicopedagoga.

Disciplina, no maltrato

“El hombre es lo que debe ser, mediante la educación, mediante la disciplina”. Friedrich Hegel

El tema de la disciplina a los niños es de gran importancia, ya que desde que están pequeños sus acciones necesitan ser reforzadas o bien corregidas, esto según lo que se espera como un buen comportamiento de parte de ellos.

Es trascendental tener claro que por disciplinar, no se entiende el castigo físico o maltrato emocional o verbal; al contrario, la disciplina involucra firmeza, palabras, actos que incluyan respeto y resalten el cariño que se tiene hacia la persona y el deseo de su bienestar en general.

Este proceso de fijar límites en el comportamiento y hacer respetarlos debe de darse de forma amorosa y consistente, para que no se convierta en un dolor de cabeza para padres, familiares y/o maestros.

La disciplina es vital como un marco de referencia a límites, sin importar la edad o el área en que se quiera trabajar, puede ser disciplina en hábitos de limpieza, hasta horas de llegada y salidas de los más grandes de La disciplina, en sí, permite organización en la vida y anticipar las acciones ante ciertas situaciones.

Algunos aspectos que se pueden considerar al disciplinar:

* Indique al niño, adolescente, lo que se espera de él, una conducta, una acción.
*Felicite verbalmente, elogie cuando lo esperado es evidenciado en el actuar del niño o adolescente.
*Sea constante, esto es lo que permite crear hábitos permanentes, o bien acciones inconstantes.
*Cuando una conducta negativa se mantiene, se debe buscar la fuente, algunas veces esto sucede para llamar la atención y exigir tiempo de los padres.
*Sea claro, hable solo lo necesario, evite dar sermones. Como dice el refrán “al buen entendedor con pocas palabras”.
*Priorice las conductas, recuerde que los niños son niños y los adolescentes, adolescente. El adulto es usted, por lo tanto sepa cuáles batallas debe ganar primero, no se puede disciplinar en muchas áreas a la vez, pues se puede perder la constancia y la ruta trazada al tratar de abarcar mucho de una sola vez.
*Procure hablar en positivo, evite los “no” en las oraciones.
*Concéntrese en la acción inadecuada, no en el niño o adolescente. No avergüence a su hijo.
*Utilice un tono agradable, apropiado, evite los gritos, amenazas, malas palabras y golpes.

Al disciplinar es relevante que usted como padre recuerde que:

*Ejercer la autoridad no es sinónimo de perder el cariño o respeto de los hijos; al contrario, ceder a los llantos y berrinches puede mantenerlos momentáneamente contentos, pero a la larga se pierde la confiabilidad en los padres y se empieza a dar una conducta desafiante por parte de ellos.

*Sea cuidadoso con el nivel de exigencia, este debe estar equilibrado, para así poder disciplinar sin afecta la autonomía y seguridad de los niños y adolescentes.

*Recuerde que cada niño es único, por lo tanto la técnica de disciplinar que usó para uno, puede no servirle para otro; o bien, la misma técnica puede extinguirse y no dar resultados esperados, en situaciones diversas.

Cuando discipline tenga presente que la palabra, y el don de la comunicación, es una herramienta valiosa en el acto de disciplinar y que esto es más efectivo. Bajo ninguna circunstancia recurra al maltrato, esta no es una vía para disciplinar, pues esto genera como respuesta violencia, agresividad y una conducta desafiante.

MSC. Rebeca Villalobos Solís.
Psicopedagoga y Educadora
Revista The Kids

¿Por qué papá ya no vive en la casa?

¿Por qué papá ya no vive en la casa?
¿Por qué se llevo sus cosas a otra casa?
¿Por qué ya no podemos vivir todos juntos?
Estas eran las preguntas de un pequeñín de seis años. Su mundo se estaba cayendo. ¿Qué es lo que pasa? ¿Será que papá no me va a volver a ver? Y si no me ve, ¡me a va dejar de querer!, ¡se va a olvidar de mí, de cómo soy!. – Mamá: por favor, vamos a buscarlo para que lleve las cosas otra vez a la casa.
En una familia, la separación de la pareja es vivida por cada miembro de manera diferente y personal. Si para el adulto (mamá-papá) implica elaborar que se ha roto un vínculo, una relación, un proyecto de vida; para los hijos/as el divorcio implica pasar un proceso de pérdida.
La separación y el divorcio conllevan muchos cambios. Se modifican por ejemplo las rutinas, la distribución del espacio físico, los tiempos de compartir, porque se deben establecer horarios de visitas con lo pequeños y muchos otros más. Pero hay también a raíz de todos los cambios, hay un maremoto emocional al que son sometidos los hijos/as
Con una separación o un divorcio, se modifica el concepto social de familia. Esta familia que nos dibujan en los libros, que salen en las películas, que enseñan en las escuelas: Papá, mamá e hijos.
Pero ante la separación, qué sucede; ¿dejamos de ser familia? , ¿me quedé sin familia?. Definitivamente la respuesta es NO; sin embargo, debo elaborar que mi familia ha cambiado y que ahora somos una familia diferente. Menciono esto así porque, aunque usted no lo crea, los niños/as lo ven así. Para ellos la desintegración de la familia los coloca de alguna manera en la posición de huérfanos.
Las parejas optan por separarse o por divorciarse por razones complejas, algunas de las cuales tienen poca o ninguna relación con la incompatibilidad marital. A diferencia de la decisión de casarse, la decisión de separarse raramente ocurre por mutuo consentimiento de la pareja. En general, uno de los miembros es quien quiere alejarse del matrimonio más que el otro.
Esta comprobado que estas decisiones suelen presentarse en todo tipo de familias, sin hacer excepción por raza, religión, estados financieros, condición social.
A la separación física, le precede una separación emocional. Algo cambió en la familia, en la relación. De alguna manera se ve venir, y si no lo vi venir, fue porque probablemente el dolor de pensarlo fue tanto que me negué a ver las señales.
Es importante ver el divorcio como un proceso y no como un acontecimiento, con su propia trayectoria de desarrollo. Suele representar una transición entre varias fases, que comienza con la insatisfacción conyugal y que puede terminar o no con un nuevo matrimonio.
Ahora bien, la relación con los hijos/as también va a ser alterada de mucha o poca manera, dependiendo siempre del rumbo que le de la pareja. Es por esto que en ocasiones los que más tienen que asumir consecuencias son los hijos y las hijas.
Veamos algunas de las situaciones que se pueden presentar ante una separación y un divorcio.
1. La relación padres-madres/ hijos-hijas y el divorcio:
Un complejo balance de fuerzas psicológicas gobiernan la relación entre padres-madres / hijas-hijos en los matrimonios fracasados. De hecho, es evidente que aún y cuando, la relación de pareja, se mantenga en una ”atmósfera libre de conflictos” cuando la separación de la pareja se acerca, se generan tensiones que afectan de alguna manera a los hijos.
La relación padre/madre –hijo/hija es vulnerable a las tensiones maritales; paradójicamente también pudiera suceder que con la separación de la pareja, las relaciones con los hijos/as cambien favorablemente. He escuchado chicos decir que desde que sus papás se separaron pasan más tiempo con ellos (por separado), pasean más, discuten menos, conversan más.
2. Cambios en el cuidado infantil:
Se reestructuran los roles de cuido. Ahora mamá debe de pronto asumir uno días y papá otros. En algunos casos, uno asume las citas médicas, el otro los gastos de estudio. Los pequeños/as de pronto recienten la ausencia del que se fue, principalmente cuando surgen los imprevistos y se debe recurrir a alguién ajeno a la familia por ayuda. La queja de muchas madres es que la distribución de tiempos no es justa: mientras con ellas ven deberes, tareas, exámenes; los fines de semana con papá van al cine, a fiestas, a romper hábitos alimenticios. Se puede entonces entrar en un conflicto por lo que cada uno considera necesario dar a los hijos mientras están con ellos.
3. Temor al abandono:
Los niños/as y adolescentes son vulnerables al sentimiento de perdida de la seguridad, el apoyo y la protección. Se enfrentan a un mundo menos confiable. Los más pequeños se suelen preocupar por quién los va a cuidar y quién los va a alimentar. Su temor, también tiene que ver con la relación que se establecerá con papá y mamá despues de la separación. Pueden pensar que si la unión marital pudo disolverse, su relación podría también terminarse. Muchos pueden experimentar sentimientos de abandono y miedo a quedar solos.
4. Efectos del divorcio en los niños/as de corta edad :
Glyk (2003) plasma en su libro de terapia familiar y conyugal que son varios los motivos que llevan a suponer que los conflictos matrimoniales van a impactar más negativamente a los preescolares, pues durante la infancia temprana es más probable que los niños se culpen a sí mismos de las disputas de sus padres o que piensen mágicamente que pueden intervenir eficazmente en las mismas. También requieren de una supervisión más estrecha y tienen una menor autonomía, de manera que su capacidad para marcharse cuando se produce una situación tensa entre la pareja también es menor. Finalmente, en los pequeños es más probable que manifiesten conductas disruptivas de forma manifiesta y repetitiva (gritos, rabietas, desobedecen las ordenes relativas a las rutinas del hogar, a las comidas o al momento de irse a la cama) y a su vez estas conductas pueden aumentar el riesgo de conflictos entre los padres por la socialización del niño y deteriorar el nivel de satisfacción matrimonial.
Los niños a tempranas edades confían en la estabilidad del matrimonio y en la familia. Cuando hay secretos que dificultan la estrecha relación entre sus miembros, la familia se desorienta, pierde el rumbo.Entonces, los hijos que han vivido en medio de ocultamientos y mentiras, dejan de confiar en lo que se les dice, y por consiguiente, se vuelven inseguros y dependientes. Cuando al fin la estructura familiar se derrumba, quiza no haya ninguna relación sincera a la que recurrir y los hijos se sientan lanzados a la deriva.
Seguiremos desarrollando este tema en una próxima entrega.
Hasta entonces!
Licdas.
Tatiana Carrillo Gamboa
Paula Musmanni Lizano.
Psicólogas – Psicopedagogas.

Limites, chaprichos y berrinches

Son muchas de las frases que escuchamos a diario cuando los papás y mamás sienten que algo tiene que cambiar:

"Ya no se más que hacer con él!"
"Me siento agotada, hace lo que quiere y cuando quiere!"
"Ni las penitencias ni las promesas de regalos evitan el escándalo".

Por eso es bueno, preguntarse: ¿Cómo actuar frente a los berrinches/rabietas de mi hijo? ; ¿Cuál es el límite justo, cómo hacer para que algo cambie y estemos todos mas tranquilos?

Primero, debemos entender que es absolutamente normal que nuestros hijos demanden, pidan y tengan deseo de todo y en todo momento. Pero ésto es imposible de ser satisfecho, y tampoco es sano para él.

Marcando pautas claras desde el nacimiento, mostrándole lo que puede y no puede hacer, vamos construyendo el antídoto para el berrinche: Poniendo límites y los "NO" bien claros.

Si bien cada familia y cada hijo es único e irrepetible, detrás de un limite está siempre la necesidad de nuestros hijos de ser contenidos y la nuestra de contenerlos.

¿Qué es un Limite?

* Es sinónimo de amor y contención.
* Es el primer acto de amor que los papás le ofrecemos en la vida.
* Es el primer organizador de su vida.
No es algo mas agregado, que puede ponerse o no. SIEMPRE están, aun sin estarlo
* Dar y poner limites, es enseñarle a nuestro hijo a, que aprenda a esperar y a saber que todo no es aquí y ahora. Que hay cosas que puede y hay otras que no puede hacer o tener.

¿Hay que retarlos o ponerlos en penitencia?

Es un tema de autoridad, no de autoritarismo Un niño de alrededor de dos años, responde bien si siente confianza en el adulto que pone ese límite, aunque lo desafíe.

El reto o la penitencia es una forma de castigarlos por lo que hicieron que no siempre los ayuda a entender porque se portaron mal o desobedecieron. Solo los para por un rato. Obedecen sin comprender.

No tenemos dudas de poner un NO rotundo, cuando está en riesgo la vida o la integridad física de nuestros hijos. Con aparatos eléctricos, lugares abiertos agresiones físicas.

La tenemos muy clara y ellos nos creen.

Pero frente a otras situaciones nos ponemos más dudosos, y ahí se producen los caprichos y los berrinches. Cuando el adulto duda ante el NO que pone, los chicos responden de esta manera, portándose mal, angustiándose.

¿Cómo lo manifiestan?

No quieren irse dormir, se niegan a comer o les resulta muy difícil estar tranquilos, se encaprichan por cualquier motivo. Pegan o pellizcan todo el tiempo, o se auto agreden.

Alrededor de los dos años, los niños tienen inmensos deseos de independizarse, de ser autónomos como a la vez de seguir siendo bebés. Por eso a veces se comportan tan mal que nos confunden.

Entonces aparecen los caprichos, para asegurarse de que los tenemos presentes todo el tiempo. Como una necesidad de llamar nuestra total atención. Y a la vez intentan hacer cosas que aún no pueden.

Tener en cuenta estas sugerencias que pueden ayudar a prevenir los caprichos:

Conocer y respetar sus horarios sus rutinas, los rituales que los ayudan a entender que hay momentos para cada cosa que se esperan y saben que llegaran.

Ej: el momento de alimentarse, de ir a dormir, de darse un baño, de jugar, les permiten aprender a comprender la noción de tiempo y que todo no es ya, aquí y ahora.

Es importante saber que primero el LÍMITE los enoja pero luego los tranquiliza.

Algunas pautas a tener presentes en todo momento:

* Probar y conocer cual es nuestro límite de tolerancia.
* Firmeza: Sin golpes ni castigos físicos o psíquicos. No se aprende por humillación; de ese modo sólo se los somete y se los lastima.
* Mostrarnos seguros pero con afecto y hablándoles mucho.
* Coherencia entre papá y mamá.
* No dar dobles mensajes.
Ofrecerle alternativas posibles que si pueda realizar.
* Respetar su enojo sin necesidad de intervenir. Acompañándolo y dándole tiempo para que se le pase.
* Ser concretos.
Cumplir y sostener lo que decidimos.
* Ser constante en la puesta de límites.
Poner un "NO" claro.
* Limitarlos estando nosotros tranquilos, sin gritos.
* Anticiparles cuando algo va a terminar o cuando no queremos que haga determinada cosa. Nuestra conducta y actitudes como padres serán el modelo y la forma en la cual comprenderán que esperamos de ellos. Y desearán responder a esa expectativa por el amor que nos tienen. Aprenderán así, poco a poco a socializarse, a crecer como personas autónomas, libres, con normas y reglas incorporadas para poder compartir y convivir en la sociedad que les toca vivir Si nos manejamos con premios y castigos, solo lograremos un adiestramiento, pero no un verdadero aprendizaje que los ayude a ser felices y libres.

Padres e Hijos Adolescentes

Para muchos padres, educar a un adolescente es como pelear una larga batalla, según lo asevera el doctor Robert Neeldman, quien ha escrito numerosos textos sobre pediatría y es conferencista de temas relacionados con el aprendizaje y la alfabetización. “Son diarias las escaramuzas pero los años pasan sin que se determine claramente al ganador. Como en el caso de las disputas por límites entre países vecinos, la guerra de los padres versus sus hijos adolescentes se origina en los límites: ¿Cuál es la línea que divide el control de lo que realmente se hace?”, dice Neeldman.

Añade que ambos lados anhelan la paz, pero ninguno de ellos siente que tiene el poder para detener el conflicto. En parte, esto se debe a que ninguna de las partes se inclina por admitir responsabilidad alguna por haber iniciado tal enfrentamiento. “Desde el punto de vista de los padres, la única causa de la disputa es la total irracionalidad de sus hijos adolescentes. Y, por supuesto, los adolescentes ven este punto de la misma manera, pero en reversa. Ambos lados se sienten atrapados”, señala el especialista y a continuación describe las tres causas más comunes que no tienen triunfadores entre los adolescentes y sus padres y algunas sugerencias de cómo salir de esta trampa.

Disputas triviales
Estas son batallas sobre temas que realmente no tienen mucha importancia. Los ejemplos incluyen asuntos como el del color del cabello que el adolescente quiere o la frecuencia con que se lavan el mismo, la limpieza de su dormitorio, el estilo de la ropa que prefieren, el que no quiera comer un buen desayuno antes de ir al colegio o su tendencia a dormir hasta el mediodía durante los fines de semana.

“Los padres a menudo sienten que sus hijos adolescentes adoptan ciertos comportamientos tan solo para probar cómo sus padres los resuelven. Ellos temen que si se rinden ante todo, perderán el control total. Desde el punto de vista del adolescente, los padres son simplemente unos tiranos”, según Neeldman.

Culpabilidad
Dice el experto que la meta de una batalla para implicar la culpabilidad es conseguir que el oponente admita que su pésima actitud es la razón de que todo vaya mal. Se puede fácilmente reconocer una de estas disputas cuando se escucha la frase: “Tú siempre…”, como por ejemplo: “¡Tú siempre me interrumpes! Tú nunca escuchas lo que tengo que decir”. Y la réplica, por supuesto, es lanzar la culpabilidad en retorno de inmediato, como el soldado que lanza una granada: “Bueno no tendría que interrumpirte si alguna vez dejaras de hablar”.

Necesidad de estar en lo cierto
“No importa cuál sea el tópico, si es la política, las leyes de la física o la forma de hacer huevos revueltos, el punto de estos exabruptos es probar que uno está en lo correcto y la otra persona está equivocada. En medio de estas discrepancias el deseo es ser considerado como una autoridad, alguien que en verdad conoce algo y, por lo tanto demanda respeto”, dice el autor. Desafortunadamente, mientras los padres y los hijos adolescentes continúen asumiendo que la otra persona está mal informada o se porta de manera irracional, ellos continuarán también propiciando estas contiendas por siempre y nunca llegarán a un progreso que lleve a la armonía.

Evitar la trampa del ‘nadie gana’
No hay recetas simples para conseguir que las relaciones padres-adolescentes estén completamente libres de tensiones, pero hay algunos principios generales que pueden ser de ayuda:

Establezca sus normas ahora
Para evitar ser presa de disputas triviales, determine los mínimos requerimientos de parte de su adolescente. Por mínimos requerimientos se entiende todo lo que usted quisiera que él o ella haga (por ejemplo, sacar las mejores notas, organizar su dormitorio, hablar siempre con cortesía), en lugar de lo que él o ella necesita hacer para mantener una buena relación con sus padres (ir al colegio y obtener calificaciones que le permitan seguir adelante, no llevar comida a su habitación porque esto hará que los insectos le visiten, no usar términos groseros con sus padres cuando discuten).

“Enfocarse en requerimientos mínimos no significa que se deje de tener esperanzas y creer que su adolescente crecerá y se convertirá en un buen adulto, pero sí significa escoger cuidadosamente las batallas y hacer compromisos cuando sea posible”, indica el doctor Neeldman.

Mire hacia delante y no hacia atrás.
Para evitar caer en el engaño de la culpabilidad, el enfoque debe estar orientado a lo que se desea que suceda y no a lo que está mal o a determinar de quién es la culpa.

Por ejemplo, en lugar de decir: “Tú nunca me escuchas”, intente esta otra frase: “Por favor escúchame ahora”. En lugar de decir “Eres un cochino”, intente “Quiero que lleves tu ropa sucia a la lavadora en este instante, por favor”.

Admita que usted puede estar equivocado.
En lugar de pelear sobre quién tiene la razón y quién no, se debe aceptar desde el comienzo que se están viendo las cosas según el punto de vista propio, en lugar de reñir por hechos objetivos: (“Es verdad, tú no te burlas de todo lo que yo digo”), hay que ir directamente al tema real: (“Me parece que tú te burlas de mí mucho, al menos es lo que siento”). Al hacer esto, dice el especialista, la discusión será sobre los sentimientos paternos que es el punto medular.

Luche con justicia pero hágalo.
Si hace un esfuerzo por mantener la cortesía, escuchar sin interrumpir y frenarse para no etiquetar a sus hijos, tarde o temprano sus adolescentes seguirán sus instrucciones y harán lo mismo.

Algunas veces, por supuesto, los padres sí tienen que combatir. Cuando los hijos adolescentes hacen cosas claramente peligrosas, tales como involucrase en drogas, ellos necesitan que sus padres les den su apoyo y logren que dejen ese vicio.

“Al no invertir su energía en cosas y batallas triviales de las que nadie sale triunfando, usted adquirirá más fuerza para manejar cualquier problema realmente serio que se produzca”, es la conclusión a la que llega el doctor Neeldman.

Finalmente y después de haber mencionado estas sugerencias por los especialistas en el área, quiero decirles a nuestros amigos que como familia es fundamental inculcar valores espirituales a nuestros hijos, todo lo que ellos vean y practiquen dificilmente se olvidarán cuando crezcan.

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