Parecen tan pequeños, pero nuestros hijos ya deben ir al colegio. Llegará el primer día de clases, y estrenando sus menudos uniformes, abandonarán el seguro y conocido ambiente familiar para enfrentarse a un mundo completamente nuevo y lleno de desafíos.
Puede que sea inevitable que se sientan un poco ansiosos y quizás una que otra lágrima les brotará mientras se aferran a la mano de mamá o papá. La primera experiencia en el colegio es un tanto impredecible. Unos llegan entusiastas y osados, mientras que otros, tímidos y reticentes. La disposición de los pequeños depende de diversos factores, como su personalidad, la recepción de los profesores, pero principalmente, está sujeta a la actitud que tomen los padres y cuánto los apoyen en la adaptación a esta nueva etapa.
La buena comunicación es la mejor guía para ayudar a un hijo en su crecimiento, especialmente ahora, que está a punto de iniciar un gran cambio en su vida. Por lo tanto, todos los elementos que lo acerquen positivamente a una adaptación, serán beneficiosos.
Es normal que los padres se sientan preocupados cuando llega este momento. ¿Lo recibirán bien?, ¿Nos echará de menos?, ¿Y qué pasa si no se adapta?; son algunas de las preguntas que se hacen con frecuencia. Tranquilidad es la clave. Son los padres el principal apoyo del menor, por eso deben mantener la calma y la confianza en las habilidades de su hijo.
Familiarizar al niño con el colegio
Transformar el primer día de clases en un evento de dimensiones es cargar demasiada presión sobre un pequeño.
Contarle que está creciendo y que al igual que todos los niños de su edad, debe ir al colegio, usar uniforme y aprender cosas nuevas. Explicarle que va a jugar y hacer actividades parecidas a las que hacía en el jardín infantil, como pintar y recortar.
Cada vez que se converse sobre el tema, los adultos deben mantener una actitud positiva y alegre, que también se traspasa al niño.
La noche anterior
Conviene dejar todo preparado la noche anterior sin que el pequeño perciba un movimiento inusual en la casa. Tener listos los útiles, la colación, la ropa e incluso el baño del niño, evitará retrasos por la mañana, que podrían generar una situación estresante.
Seguramente el pequeño deberá levantarse a una hora distinta de lo habitual por la mañana, de modo que es necesario que se duerma temprano para descansar lo suficiente.
No es necesario insistir una y otra vez en que al día siguiente irá por primera vez al colegio. Basta con que lo tenga presente.
El gran día
Sin duda el primer día de clases en una jornada llena de emociones, en que todo será distinto para el niño: la ropa que viste, las caras que ve, las actividades que realiza, en fin, todo es nuevo.
Esta primera jornada, y quizás toda la primera semana, debe ser uno de los padres, o idealmente, ambos, quienes vayan a dejar y a retirar al niño al colegio, puesto que así le otorgan seguridad. Deben hacerlo con naturalidad, como si fueran a la casa de un pariente o amigo. En lo posible, hay que evitar el transporte escolar durante la primera etapa, ya que es una variable más a la que el niño tendría que adaptarse.
Es bueno que los padres lo acompañen hasta la misma sala de clases, ya que así el pequeño se sentirá más confiado. Esto debe ir disminuyendo a medida que pasan los días y el niño conoce y se familiariza con el lugar.
En la ocasión, pueden presentarle al pequeño a la educadora de párvulos o profesor, explicándole que lo cuidará y ayudará en todo lo que necesite. Luego, despedirse con un rostro sonriente y la promesa de que lo estarán esperando al terminar la jornada.
El miedo a sentirse abandonado
A la edad , sobretodo si no han tenido la experiencia de un buen jardín infantil y que al iniciar la vida escolar , pueden estar demasiado pequeños para comprender que aunque los padres los dejen en el colegio, volverán a buscarlos más tarde. El miedo a sentirse abandonados es lo más duro para ellos, por eso rompen en llanto a la hora de despedirse.
Probablemente dirá que no quiere quedarse, y los días siguientes argumentará que prefiere permanecer en casa, porque tiene que dibujar o ver sus dibujos animados favoritos. También pueden manifestar que les duele la cabeza o el estómago, lo que no siempre debe menospreciarse, ya que puede que en realidad sea así, producto de la tensión.
Frente a estos síntomas, los padres deben ser comprensivos, pero siempre mantener la calma y no ceder ni mostrarse complacientes, ya que ello dificultaría su proceso de adaptación. Cómo padres, debemos mantenernos firmes, motivando siempre a nuestros niños a superar sus miedos.
Aunque desearíamos que nuestro hijo o hija, atravesara esta etapa sin "sufrir", debemos tener presente que ellos crecieron, y el adaptarse a nuevos lugares, personas y situaciones, es algo que tendrán que hacer repetidas veces durante su vida. Quizás esta es la más difícil, por ser la primera, pero pronto veremos cómo los temores y angustias van quedando atrás y nuestros pequeños se transforman en felices y entusiastas alumnos.
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